sábado, 28 de marzo de 2009

La relación del Estado con el individuo, por Benjamin R. Tucker

Se trata de una charla realizada por Benjamin Tucker en el Instituto Unitario de Ministros, durante la sesión anual celebrada en Salem, Massachussets, el 14 de octubre de 1890. A causa de la manera clara y concisa en la que el asunto es tratado, merece la atención de cualquier persona interesada en comprender el Anarquismo. ¿Debe el individuo obediencia al Estado?, y, en caso afirmativo, ¿hasta dónde debe llegar esa obediencia?

Si alguien quiere saber más sobre Benjamin R. Tucker, hay una referencia en la Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Benjamin_Tucker

Quien lea la charla completa intuirá por qué Joyce calificó a Benjamin Tucker como “la mente más lúcida que nunca ha habido en política”. La charla, aun habiendo sido pronunciada en el lejano año de 1890, no ha perdido vigencia. Selecciono algunos pasajes de la charla que me han parecido interesantes. No obstante no hacen justicia a la charla completa, la cual después del todo no es larga de leer (era una charla de media hora de duración). Cito unos pasajes de la charla:

Buscando, por consiguiente, los elementos comunes a todas aquellas instituciones a las que se les ha aplicado el nombre de "Estado", han encontrado, principalmente, dos: el primero, la agresión; el segundo, la asunción de una autoridad única sobre un área determinada y sobre todos sus habitantes, autoridad ejercida generalmente con el doble propósito de la más completa opresión de sus súbditos y la extensión de sus límites.
(...)

Ahora, ¿qué es la agresión? Agresión es, simplemente, otro nombre para el gobierno. Agresión, invasión, gobierno, son términos intercambiables. La esencia del gobierno es el control, o el esfuerzo por controlar. Quien intenta controlar a otro es un gobernador, un agresor, un invasor; y la naturaleza de tal invasión no cambia si ésta es realizada por un hombre contra otro hombre, a la manera de un delincuente ordinario; por un hombre contra todos los otros hombres, a la manera de un monarca absoluto, o por todos los otros hombres contra un hombre, a la manera de una democracia moderna. Por otro lado, quien se resiste a un intento de control no es un agresor, un invasor o un gobernador sino, simplemente, un defensor, un protector, y la naturaleza de tal resistencia no cambia porque sea ofrecida por un hombre a otro hombre, como ocurre cuando se rechaza el asalto de un delincuente; por un hombre a todos los demás hombres, como ocurre cuando uno se niega a obedecer una ley opresiva, o por todos los hombres contra un hombre, como ocurre cuando los súbditos se levantan contra un déspota o cuando los miembros de una comunidad se unen para refrenar voluntariamente un delito. Esta distinción entre invasión y resistencia, entre gobierno y defensa, es vital. Sin ella no puede existir ninguna filosofía política válida. En base a esta distinción y a las consideraciones apenas bosquejadas anteriormente, los Anarquistas consiguen las definiciones deseadas. Ésta, por consiguiente, es la definición Anarquista de gobierno: el sometimiento de un individuo no invasor, pacífico, a una voluntad externa. Y ésta es la definición Anarquista del Estado: la encarnación del principio de invasión en un individuo o en una banda de individuos, que asumen el papel de representantes o señores sobre todas las personas de un área determinada.
(…)

"Pero", se les preguntará a los Anarquistas al tocar este punto, "¿qué hacer con aquellos individuos que persistan en violar la ley social e invadir a sus vecinos?". Los anarquistas responden que la abolición del Estado irá acompañada del nacimiento de una asociación defensiva, fundada sobre una base voluntaria y no compulsiva, que se dedicará a restringir a los invasores por todos los medios que sean necesarios. "Pero eso es lo que tenemos ahora" es la respuesta. "¿Entonces usted sólo quiere un cambio de nombre?". No tan rápido, por favor. ¿Alguien puede pretender seriamente que el Estado, tal como existe hoy en América, es puramente una institución defensiva? Seguro que no, con excepción de aquellos que ven del Estado tan sólo su manifestación más palpable: el policía en la esquina de la calle. Y no sería necesario mirarlo muy de cerca para captar el error de esta afirmación. Porque el primer acto del Estado, la valoración compulsiva y la recolección de impuestos es, en sí mismo, una agresión, una violación de la igualdad de la libertad y tal acto es el que da inicio a todos los otros, incluyendo aquellos que serían puramente defensivos si sólo pagáramos contribuciones voluntarias a una tesorería. ¿Cómo es posible sancionar, bajo la ley de la igualdad de la libertad, la confiscación de las ganancias de un hombre para pagar una protección que no busca ni desea en modo alguno? Y, si esto es un ultraje, ¿que nombre le daremos a tal confiscación cuando a la víctima se le da, en lugar de pan, una piedra, y, en lugar de protección, opresión? Obligar a un hombre a pagar por la violación de su libertad es, de hecho, añadir el insulto al daño. Pero eso es exactamente lo que el Estado hace todos los días. Lea usted los "Registros del Congreso", siga los procedimientos de las legislaturas estatales, examine nuestros estatutos, someta por separado cada acto legislativo a la ley de la igualdad de la libertad y encontrará que las nueve décimas partes de la legislación existente no tienen por objeto dar fuerza a esa ley social fundamental sino regular los hábitos personales o, peor aún, crear y sostener monopolios comerciales, industriales y financieros que privan al trabajo de la justa recompensa que recibiría en un mercado totalmente libre.

"Ser gobernado", dice Proudhon, "es ser observado, inspeccionado, espiado, dirigido, sometido a la ley, regulado, escriturado, adoctrinado, sermoneado, verificado, estimado, clasificado según tamaño, censurado y ordenado por seres que no poseen los títulos, el conocimiento ni las virtudes apropiadas para ello. Ser gobernado significa, con motivo de cada operación, transacción o movimiento, ser anotado, registrado, contado, tasado, estampillado, medido, numerado, evaluado, autorizado, negado, autorizado, endosado, amonestado, prevenido, reformado, reajustado y corregido. Es, bajo el pretexto de la utilidad pública y en el nombre del interés general, ser puesto bajo contribución, engrillado, esquilado, estafado, monopolizado, desarraigado, agotado, embromado y robado para, a la más ligera resistencia, a la primera palabra de queja, ser reprimido, multado, difamado, fastidiado, puesto bajo precio, abatido, vencido, desarmado, restringido, encarcelado, tiroteado, maltratado, juzgado, condenado, desterrado, sacrificado, vendido, traicionado, y, para colmo de males, ridiculizado, burlado, ultrajado y deshonrado". Estoy seguro de que no necesito señalar a ustedes cuántas de las leyes existentes corresponden y justifican casi cada aspecto de la larga acusación de Proudhon. ¡Cuán irreflexivo es, entonces, señalar que el orden político existente es de un carácter puramente defensivo en lugar del agresivo Estado que los Anarquistas pugnan por abolir!

(…)

Y me parece a mí que eso es lo que pasa con nuestras prisiones. Ellas están llenas de delincuentes que nuestro virtuoso estado ha creado con sus leyes inicuas, sus monopolios destructivos y las horribles condiciones sociales que son su resultado. Nosotros creamos leyes que fabrican criminales y después las utilizamos para castigarlos. (…)
Para leer más textos de Tucker: http://www.banderanegra.canadianwebs.com/pretucker.html

Para quien quiera la charla completa pero en archivo PDF: http://usuarios.lycos.es/anarcoliberales/tucker.pdf

Fuentes o sitios relacionados:

Wikipedia
Libertad individual
Menéame
Charla en PDF

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